2020+1: Imagina el mundo en un año

Ikee Rikako, nadadora japonesa.

Nació en el año 2000, en un parto acontecido en agua. Con veinte años recién cumplidos, camina vestida de blanco, delgada y con cabello corto, al centro del imponente estadio olímpico de Tokyo. Es de noche y la oscuridad sería total si no fuera por la sutil lenguita de fuego que atesora una pequeña linterna. Es la llama olímpica. El silencio es impecable. No hay espectadores. Apenas un pequeño enjambre de periodistas y camarógrafos. Un reflector seguidor, de esos que acompañan en un charco de luz a los artistas cuando entran al escenario, alumbra los pasos de Ikee Rikako, la nadadora japonesa que el Comité Olímpico designó para dar un mensaje: el viernes 24 de julio debieron inaugurarse las olimpiadas… y ella salió a contar, en pocos minutos, parte de su historia para decirle al mundo, optimista y reconfortada, que a este 2020 se le agrega un +1 y que los juegos se aplazan para el próximo año.

Conmovida, observo y escucho a esta joven que ha encendido una antorcha poderosa con sus palabras. En vez de la emoción de cuerpos desfilando con banderas, atletas compitiendo por honor, equipos y países, dejando vigor en pistas, duelas, arenas, aguas y canchas; en vez del derroche de tecnología que probablemente hubiera sido la ceremonia de inauguración, lo que Tokyo prodiga este fin de semana es “una flama de esperanza brillando en la distancia para movernos hacia adelante, sin importar lo duro que sea”. Así lo pronunció en su discurso inspiradoramente Ikee, quien de febrero a diciembre de 2019 luchó en un hospital ferozmente contra la leucemia, logrando volver al agua el 17 de marzo de 2020. Por eso el símbolo de estos días es ella iluminando a cada paso la oscuridad en pos de la antorcha de sus sueños; una atleta enriquecida y vigorosa tras meses aislada y privada de piscinas durante 406 días. Si alguna atleta sabe lo que es poner cuerpo, mente, disciplina, amor, sacrificio y voluntad para competir, si alguna atleta sabe lo que ha implicado para tantos jóvenes haber perdido Tokyo 2020, es ella, mucho antes del covid.

—Los deportistas tendrán más tiempo para entrenar y prepararse —me dice Lichi, mi hermana, mientras conversamos de las olimpiadas pospuestas.

Tiene razón, aunque me duelen quienes estén en riesgo de sobrepasar la edad permitida para competir, quedándose con sueños de oro desvanecidos en el 2020. También pienso en atletas como Ikee, que ahora tendrán oportunidad de reintegrarse.

—Que el mundo se detenga no quiere decir que tú tengas que parar. El movimiento lo generas tú —agrega sabiamente, desde sus treinta y tantos años, mi hermana— . Mientras vivamos, somos capaces de reconstruirnos y ser una mejor versión de nosotras, como lo hizo ella a pesar de las adversidades.

Por eso me emociona ver a Ikee firme y apacible, diciéndole a un mundo convaleciente, amenazado y pleno de incertidumbre que, a pesar del diagnóstico, ella no se detuvo; como dijo Lichi, generó tenazmente su propio movimiento: “Aprendí mucho al enfermarme. Ahora sé dónde estoy parada, cómo debería vivir mi vida. Este será un gran punto de inflexión para el resto de la vida. Mi vida”, dijo hace unos días la promesa de Japón, especialista en estilo mariposa, quien con el poco sutil aleteo de esta metamorfosis posiblemente pueda competir ¡y ganar! en Tokyo 2021.

Una de las estampas de resistencia a la pandemia, será Ikee sosteniendo en la linterna su pequeña flama, porque es como si en ese acto dijera: “miren, esta es la esperanza, vamos a vivir y darlo todo por esto, este es el fuego por el que otros, como yo, nos movemos, ¿cuál es el tuyo?”. El denuedo de quien enfrenta una enfermedad nos recuerda que sí… que es poderoso creer en el futuro y en nuestra capacidad de rehabilitación. Que todos tenemos llamas que nos llaman a reconciliarnos con la vida.

Publicado en el Diario de Yucatán.

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