Postales de la vida a la que volveremos
I
—Qué vida de pato —piensan los patos tras el regocijo del pan, al ver al hombre abandonarse a la corriente de la vida cotidiana, como ellos se han abandonado a las olitas provocadas por el paso de una pequeña embarcación.
II
III
Cerca de la orilla rocosa, a unos veinte metros de los cuatro pelícanos dándose festín a son de mar, hay dos hermanitos haciendo lo mismo en un claro circular que parece hecho a mano para los huéspedes del hotel.
—Qué vida de pelícano —piensan los pelícanos al ver a los niños, tras afilar la mirada antes de sumergirse a bucear con su garganta cazadora.
IV
—¡Si aprendes, nunca se te olvida! —le gritó corriendo a su lado mientras Chichuán, con ocho años, el cabello despeinado y sin zapatos, intentaba sostener el equilibrio pedaleando.
Con un cortejo de perros, la maga y Chichuán andaban por el túnel de sombra provocado por la copa de los árboles. Era de mañana y ya hacía calor, el sol brillaba en los techos de guano, en el filo de las piedras y en la trenza del cabello negro de doña Erminda, que en ese momento rondaba el patio de su casa.
—¿Cuál de ustedes vendrá hoy a la mesa? —preguntó en tono bondadoso a las plantas de hierbabuena sembradas en cubetas.
Las había de diversas alturas, unas más frondosas que otras. Cerca de ellas había una pala mediana con la que Chichuán debía hacer pequeñas fosas en el patio para sembrar los árboles frutales que su abuela Erminda procuraba.
—Tendrá brazos fuertes —se decía la abuela para justificar su petición cuando veía los esfuerzos de Chichuán, quien apenas podía con la pala.
La maga, cuyos trucos no causaban asombro en nadie, corría atrás de Chichuán, que ya había logrado mantenerse en línea recta entre el camino inestable y empedrado, atravesando la cortina de ladridos que el coro de perros le lanzaba.
—¡Eso, eso, sigue, manténla firme!
Chichuán prodigaba la concentración de quien aprende algo nuevo, hasta que no supo librar la enorme raíz de un flamboyán que le hizo caer a tierra.
—¡AAAAAYYYYY! ¡Aaaaayyy! ¡mi pieee! —gritaba con desesperación y con media bicicleta encima.
Mientras tanto, tras haber visitado a las gallinas y pedirles permiso para llevarse cinco blanquillos, doña Erminda preparaba, en un comal de leña, tortillas hechas a mano. Pronto llegarían sus amores. Era el día de los Reyes Magos, Chichuán se había portado bien, merecía la ansiada bicicleta y sus siempre predilectos taquitos de huevo con hierbabuena.
—Abue, mi pie… —dijo Chichuán con palabras mojadas—. ¡Sálvame abue, sálvame!
La maga del pueblo puso cara de preocupación en un gesto solamente creíble para Chichuán. La corte de perros le movía la cola y le lamía los brazos, la cara, la rodilla, husmeando su cuerpo por los espacios que les dejaba libre la bicicleta.
—Ya veo —dijo la abuela—. Esto es muy grave. Muy grave. Tienes que cerrar los ojos para que la magia sea efectiva.
El pie descalzo de Chichuán estaba atorado en la cadena de la bicicleta.
—Tienes que ser muy valiente, esto va a doler mucho, mucho, pero este truco sí que nunca me falla. A la de tres. Una… dos…tres…
Con un movimiento ágil, la maga alzó la bicicleta con una mano y con la otra liberó como un pez de las redes el pie de Chichuán que inexplicablemente había quedado mordido por la cadena.
—Ya no quiero montar más bici hoy —pidió con ojos de clemencia.
—Pero al rato volvemos a intentarlo —sugirió la maga señalando con la mirada la bicicleta de medio uso que ella misma había pintado de verde limón, como pidió Chichuán.
—¡A desayunaaaaar! —gritó doña Erminda, sacando el cuerpo al portal de su casa—. ¡Huevos con hierbabuena y tortillas recién hechas!
Los perros salieron disparados y fueron los primeros en llegar a la casa. Uno a uno los saludó doña Erminda por sus nombres, sin dejarlos entrar. Maga y aprendiz se miraron decantando antojo, levantaron la bicicleta y rodándola se fueron bajo el túnel de flamboyanes. Sus espaldas se alejaron adornando el paisaje rural.
—¿A ti te enseñaron a montar bici o por arte de magia?
La maga del pueblo sonrió.
—Ese es el truco que mejor sale.
Publicado en el Diario de Yucatán.
Comentarios
Publicar un comentario